Más de 10.000 voluntarios llevaron a cabo ente el 9 y el 15 de septiembre 239 acciones de limpieza de plásticos en costas y otros entornos naturales de 42 países como Filipinas, Tailandia, Vietnam, India, Indonesia, Australia, Chile, Ecuador, Brasil, México, Estados Unidos, Canadá, Marruecos o España.
En total recogieron más´de 187.000 piezas de plástico, de las que más del 65% correspondía a envoltorios de productos de grandes corporaciones, como Coca-Cola, Pepsi y Nestlé a la cabeza”.
Este estudio es un buen ejemplo del nivel de indignación que hay en el mercado, la facilidad de hacer noticias en los medios y las agendas de ciertas organizaciones.
Uno los grandes retos de la humanidad es encontrar la mejor verdad posible para solucionar los problemas, y nos hemos quedado en buscar los culpables más visibles para atacarlos y endilgarles la responsabilidad de una cadena de procesos. Esto, bajo la premisa de que ellos son parte activa del problema. Así, las empresas son las que generan la basura de los mares; los policías son quienes permiten que los ladrones roben o las mamás son culpables de que los hijos no hagan las tareas.
Este movimiento no plantea nada nuevo ni sorprendente. Es muy común que la basura encontrada en los mares sea plástica y de esas marcas, porque son los productos preferidos por los consumidores en ese momento. Pero no son las marcas las que echan los productos al mar, sino las personas que los consumen. Ese es el verdadero problema.
Muchas empresas y marcas tienen productos contaminantes en sus líneas de producción y muy pocas empresas educan al consumidor sobre cómo desechar los empaques. En el primer caso, los gobiernos, por medio de regulaciones y control, han mejorado la situación. Mas queda un camino largo para lograrlo al 110%.
En el segundo caso, el de la basura causada por los empaques, hemos visto cómo los gobiernos se hacen los de la vista gorda para no enfrentar el reto que esto significa. Un ejemplo claro de esto fue la política de “reciclaje” del gobierno de Gustavo Petro en Bogotá, que les exigió a los hogares que “reciclaran”, poniendo los productos reciclables en una bolsa blanca y el resto en una bolsa negra.
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La idea de la medida es buena, pero sus ejecuciones fueron un desastre: el primer gran error, fue decirle a la gente que “reciclar” es separar basuras, lo cual, además de ser falso, hace que el consumidor codifique en su mente un concepto equivocado, que lo libera de su responsabilidad. El segundo error es que los camiones de recolección se llevaban ambas bolsas por igual, lo que anula los logros y genera desmotivación en el consumidor.
Los plásticos contaminan porque su producción consume mucha energía y emite partículas de CO2; porque su proceso de biodegradación es lento y afecta los suelos y las fuentes de agua. También estoy de acuerdo en que los envases plásticos han permitido la llegada de bebidas más limpias a muchos lugares, lo cual redujo el contagio de muchas enfermedades y redujo el precio de muchos de estos productos, al masificarlos. Lo que en otras palabras se puede leer como “el plástico no es tan malo como dicen”.
Culpar a las marcas por usar plásticos es muy fácil; hacer que el gobierno cumpla sus deberes de recolección de basuras y reciclado es más complejo; y educar a las personas a poner la basura donde debe ser y no meterla al mar es un reto titánico, porque nunca es claro quién debe hacer esto.
La solución es tan simple que nadie la quiere asumir: formar a los consumidores en la disposición de residuos, exigirles a los gobiernos que hagan buena disposición de las basuras y que las empresas reduzcan su impacto ambiental.